Una dieta para cada edad.
Las necesidades nutricionales de los ancianos sanos o que no tengan enfermedades graves no son muy diferentes de las de un adulto. La mayor diferencia reside en que los ancianos requieren algo más de proteínas y menos calorías, porque su metabolismo consume menos y tienen menos actividad física. Con respecto a los demás nutrientes (hidratos de carbono, grasas, vitaminas, minerales y fibra) su cuerpo sigue demandando lo mismo.
Son frecuentes los casos de ancianos mal nutridos debido a una combinación de factores en la que se mezclan la inapetencia, la depresión, la pereza, el malestar causado por alguna enfermedad o medicación, problemas con los dientes … Por todas estas circunstancias muchos mayores, aunque no llegan a estar desnutridos, sí acaban sufriendo ciertas carencias que pueden empeorar su estado de salud, retrasar la recuperación de ciertas enfermedades, agravar eventuales problemas neurológicos, provocar una lenta cicatrización de las heridas, etc. Por tanto, es muy importante prestar especial atención a la alimentación de las personas mayores e intentar hacerla, no sólo nutritiva, sino también apetecible.
Las personas mayores son particularmente vulnerables a los peligros que entrañan los alimentos en mal estado debido a que su sistema inmunológico está debilitado por la edad y ofrece una menor resistencia a los patógenos
A partir de los 40 años se aconseja reducir la ingesta calórica ¿En qué medida?
Edad Reducción del % Entre los 40 y 49 años 5% Entre los 50 y 59 años 10% Entre los 60 y 69 años 20% A partir de los 70 años 30%.